Scheffler, McIlroy y Rahm pujan por un torneo que defiende Cameron Smith y que reparte el mayor cheque de su historia
Tradición, sí. Y mucho dinero también. El Open Británico que comienza este jueves (desde las 7.30 en Movistar Golf) es la unión de dos mundos. No hay torneo con más solera que la cuna del British, cada mes de julio un viaje en el tiempo a los orígenes de este deporte. El regreso al pasado es todavía más largo cuando se trata de Royal Liverpool, el campo que ya acogió esta cita en 1897, uno de los cuatro únicos recorridos, junto a Saint Andrews, Muirfield y Royal Saint George’s, que ha sido sede del Open Británico en tres siglos diferentes.
En esta catedral el legado es eterno. Pero también entre sus vientos y dunas se vive una revolución. Si una parte del tiempo se detiene en Liverpool, otra vuela al futuro. Al de esa próxima e incierta unión entre los circuitos americano y europeo y LIV Golf, la Liga saudí, después del mayor terremoto que ha azotado nunca este deporte. Como símbolo de esta nueva era, en juego no solo está la gloria de levantar la mítica Jarra de Clarete, sino el mayor premio económico que haya entregado en su historia el grande británico en 151 ediciones: un cheque de tres millones de dólares solo para el ganador, una bolsa de 16,5 millones a repartir entre todos, un aumento del 18% respecto al botín del curso anterior. Tradición, sí. Y mucho dinero también.