Los golfistas con talento resuelven tranquilamente días complicados. Jon Rahm pertenece a esos golfistas. El jugador de Barrika, que no jugó con brillantez, remedió de manera eficaz la segunda jornada del FedEX St. Jude Invitational, un torneo sin corte para 63 elegidos, con categoría de Mundial, que se celebra en Memphis (Tennessee).
El golf destruye cualquier análisis de la noche a la mañana. Jon Rahm estaba asombrando al personal porque el jueves había dado una lección magistral en los greenes. Había firmado 62 golpes, embocando todos los putts, menos uno, de siete metros de distancia, ganando 5 golpes al campo. Pero amaneció el viernes en Memphis, perdiendo su eficacia en los greenes. Paso de brillar en ese área, a cometer dos bogeys, uno de ellos a tres putts, que le desplazaron del liderato.
El poco acierto con ese palo contagió por momentos el resto de su juego. Ya no fue el golfista preciso, sus hierros se iban muy largos y seguía cometiendo errores. El recorrido del TPC de Southwind es el campo en el que más bolas caen a sus lagos. Más de 5.500 al año. Y Jon no logro superar estas trampas, de salida fue al agua y lo pagó con un nuevo bogey. «Me llevé un buen bofetón y ahí me desperté», dijo el vasco.
Es un golfista que saca más de cuatro birdies por vuelta, y esta semana tienen valor especial porque dona 1.000 dólares por cada uno que logra a caridad, no había anotado uno solo a falta de seis hoyos.
Reaccionó con un birdie al 13 desde cinco metros y combinó otro bogey en el 15 con un birdie en el 16. Pero Rahm es un jugador de reacción inmediata. Da un par de swings que le convencen y ya es otro. Dio un golpe maravilloso desde 158 metros en el penúltimo hoyo, la dejó a tres metros para birdie y no erró. Aquello le serenó. Al final, el 71 no fue del todo doloroso.