La tecnología ha matado al arte del golf incluso poniendo por encima los materiales de construcción de los implementos usados con el verdadero talento de los juagares. Hoy en día vemos jugadores que golpean la bola desde la salida del hoyo a 300 kilómetros por hora y a 300 metros de distancia, Tipos como Jon Rahm, Rory McIlroy y Brooks Koepka representan la evolución de un deporte nuevo por la increíble transformación de los palos de golf y de las bolas.
Y donde hay tecnología, hay dopaje tecnológico. El desarrollo de los materiales se estira tanto que en ocasiones se superan los límites de lo reglamentario. Es lo que le ha pasado en este Open Británico al estadounidense Xander Schauffele, de 25 años, un día antes de que comenzara el torneo, la organización del campeonato, la mítica Royal and Ancient, le comunicó que no podía usar su driver Callaway Epic Flash, el palo más potente de la bolsa, porque no había superado el control antidopaje. El Open seleccionó de forma aleatoria a 30 jugadores para que sus palos fueran examinados, y al menos el de Schauffele suspendió. En concreto, no superó la prueba del COR, coeficiente de restitución, que mide la flexibilidad de la cara del palo, su capacidad para recuperarse de un impacto. Se lanza una bola a 100 millas por hora a la superficie del palo, y si rebota a una velocidad superior a las 86, la herramienta de trabajo del golfista se considera no apta, como le sucedió al estadounidense.
¿Dónde está el límite de la tecnología? David Cambronero, gerente en España de la empresa de material de golf Ping, explica el proceso por el que ha de pasar cualquier producto. “Antes de lanzar al mercado un palo o una bola, mandamos una muestra, un prototipo, a los dos organismos que regulan las normas del golf mundial, la USGA [organismo estadounidense] y el Royal and Ancient. Ellos hacen las pruebas y no se ofrece nada al público en general ni a los profesionales hasta que den el visto bueno. Sucede que a veces algunos fabricantes van tal al límite del reglamento que se pueden pasar por un margen muy escaso. Hoy los golfistas tienen la tecnología más desarrollada posible. En los palos y sobre todo en el caso de las bolas, que se han llevado el mayor desarrollo. Están hechas para ir rectas, y algunos jugadores se quejan de que no las pueden manejar como antes”, cuenta Cambronero.